miércoles, 25 de marzo de 2009

LOS VIGILANTES DE LONDRES por Michel Leiris



[Michel Leiris (París, 20 de abril de 1901 – Saint-Hilaire, 30 de septiembre de 1990) fue un escritor y etnógrafo francés.

Miembro de una familia burguesa y cultivada, se licenció en filosofía en 1918 y, tras un breve intento de estudiar química, desarrolló un fuerte interés por la poesía y el jazz. Entre 1921 y 1924, Leiris conoció a un importante número de destacadas figuras como Max Jacob, Georges Henri Rivière, Jean Dubuffet, Robert Desnos, Georges Bataille así como a André Masson que pronto se convirtió en su mentor. A través de Masson, Leiris se convirtió en miembro del movimiento surrealista, colaborando en La Révolution surréaliste. Publicó Simulacre (1925) y Le Point Cardinal (1927). En 1926 contrajo matrimonio con Louise Godon, hijastra del marchante de Picasso, Daniel-Henri Kahnweiler, y viajó a Egipto y Grecia

Después de un enfrentamiento con André Breton en 1929, se unió al equipo de Bataille como subdirector del periódico surrealista Documents en el que contribuyó de forma regular con diversos artículos. Participó también en la misión etnográfica conocida como Dakar-Djibouti como secretario del director de la misión, Marcel Griaule. A partir de esta experiencia publicó su primer libro de importancia, L'Afrique Fantomê en el que se combinaban el estudio etnográfico con la autobiografía, rompiendo con el estilo tradicional de escritura de las obras de etnografía. A su regreso, empezó a trabajar como etnógrafo en el Musée de l'Homme, cargo que desempeñó hasta 1971.

En 1937, junto con Bataille y Roger Caillois, fundo el Collège de Sociologie en respuesta a la situación internacional del momento. Involucrado cada vez más en política, participó en 1945 en una destacada misión a Costa de Marfil cuyos informes sirvieron para la supresión de la esclavitud en las colonias francesas. Leiris se vio envuelto en diversos temas políticos, como la Guerra de Independencia de Argelia, y fue uno de los primeros en firmar un manifiesto a favor de la lucha contra los poderes coloniales en ese país africano

En 1961 fue nombrado director del C.N.R.S. (Centre national de la recherche scientifique) y publicó numerosos textos críticos de artistas a los que admiraba, como Francis Bacon del que era amigo íntimo. Considerado como una de las figuras más destacadas de la literatura francesa del siglo XX, Leiris dejó numerosas obras en los más variados estilos: desde la autobiografía a la crítica musical, pasando por los trabajos científicos.]



Al norte de la tierra se halla el mar
al norte del mar aún se halla la tierra
Londres te fija con sus fuegos mil
oh bruma de colores agudos como el cloro

Paciencia traza la palabra silencio en el frontis de los edificios
Mil dulcísimas bestias por la calle se arrastran

Los hombres suben sus cuellos e indiferentes cruzan ante los autobuses
florecidos de anuncios nutridos del pan carmesí de los sudores
Recordaba el viento un lejano hálito
El Támesis lentamente desgrana sus collares
Al final de los raíles reinaban las estaciones soberanas
amadas por desertores y por desesperados
La gente marcha y nadie se detiene
ante las rayuelas disfrazadas de paisajes
donde a la pata coja juegan los colores
afeite de tiza para las linfáticas aceras
lavadas por la lluvia que todo lo sumerge
los caniches de fresa de papel cortado
los mendigos de deslustradas medallas
los niños en desteñido disfraz
rotos sus viejos sombreros con plumas y sus rostros tiznados de hollín
cuando la noche enseña su mordido seno donde penetra el veneno de los organillos

Cien vestidos negros
Cien trajes de cola
El musculoso abanico de la espalda desnuda
dispersa el gusto de las pieles finas
rubias y morenas
en el cuchicheo callejero

Las cariátides de los bancos
no tienen nada que temer de Sansón

Hojas madres de los miserables
sonríen a los aguaceros
llevando al final del brazo la carga
de sus desatados cabellos

Mas un hombre baila
agrandado por el cuadro de su propio dolor
Vaga Corre a través de un laberinto de plantas de invernadero de cámaras de palacio y de lujosos equipajes
Los cigarrillos irisan con sus cenizas los ramajes de las alfombras
quiebran sus pies las hojas secas
nervaduras de su propio dolor

Baila
Bajo la creciente tormenta de vidas humanas lanzadas hacia los icebergs en abierto paquebote
viola el laberinto de las voces y ante los azul-cielo rosa malva verde-manzana de los suburbios harapientos baila

guiado por el hilo de Ariadna de su propia ternura
hacia el ombligo de su propio dolor
hilo que le mantiene
-maniquí-
eternamente suspendido
aún si patalea
cuerda de goma creando su arco iris
las hojas secas atravesadas de crujidos
en la aurora de su propia angustia
ensanchada por el cuadro de su propio dolor

La sirvienta de la public house
tiene cabellos lisos y los brazos desnudos
¿Beberé en su mojada axila
la acre cerveza de mi muerte?
¿Hallaré entre sus muslos huesudos
la gema que sus ojos me prometen?

Alguien se exalta
sobre la acera poblada de saltimbanquis calvos sin osos domesticados
y sin bruja de terca frente a través de la cual el porvenir se trasparente como tu carne a través de los harapos
Alguien se exalta
soñando tal vez en el sol de los trópicos más pesado que una castaña de Indias
con ríos repletos de bocas y desnudos ojos

Y cruzan los embajadores en traje de tarde
las damas esbeltas como espadas
hojas sedosas que nunca yo desenvainaría

Mil vestidos de escarcha
mil lenguas y mil dientes acerados
Boca abierta sobre la calzada
en la cueva de un teatro
un monstruo llameante se despierta
Estalagmitas de las candilejas
han espejeado las uñas

Las muchachas eran frescas y bellas
sobre una armoniosa playa
adorar sus rodillas pulidas
Mascarones de proa
labios pintados por el viento

Mas el hombre vela y danza
¡oh bruma de dolores!
tu baile agudo como el cloro
Londres te fija con mil fuegos
Al norte de esta tierra está el mar
al norte de este mar está el polo
al norte del polo está la muerte

Extranjeros compramos sangrientas corbatas

Turistas nos hemos paseado

En un bar de Limehouse
más de un vaso se vacía
ni remolinos del río
ni piedras de la Torre
nos contemplaron

Pero el hombre rueda y danza
Disparos de browning cerca de un reverbero
disparos de grisú en el fondo de la mina
disparos de mar al pie de un faro
Cortando el aire con su quilla
¿hallará a la muchacha del vientre azul de frío
coloreado como una aurora?

A latigazos fuimos conducidos
mal cubiertos por nuestros trajes de pobres o ricos
Emigrantes la vida nos incita
con mentirosos oficios
y los guardianes de la chusma
marchan con paso cadencioso

Se exalta un hombre El otro danza
Uno prende una pipa Muerde un cigarro el otro
Un tercero quería fumarse los ojos
abrasadora languidez
Y los tres velan
perdidos en el laberinto del cuerpo que aman
sin más hilo de Ariadna que el dédalo de sus cuerpos
aplastando la hoja seca de los cinco sentidos que sobre el mundo se abre
La estrella de cinco dedos de desgracia

En la jaula del museo
vi temblar figuras ebrias
mas ni una sirena cantaba
y me marché sin pensar

Acechan los vigilantes
Encima de ellos las nubes
tienden trampas a las bestias encantadas
Tapones de corcho vagabundean los astros
Dobla la campana El drama terminal

Más de un navío cruzó el Atlántico
más de una ola se enamoró
Al norte de los mares se encuentra el polo
Al norte del polo se halla la muerte

Los tres velaban y en tono lírico
declamaban palabras bien simples
al mismo tiempo como insensatos
que se alzan hasta las ceñidas cúpulas

Reclamaban las alegrías sin mañana del vigor
la calma de los veleros al borde de helados lagos
el coito en pleno cielo iluminado de ardor
cuando las manos son nidos llenos de cáscaras rotas

No podían frecuentar más que extraños bastidores
donde los besos vendidos por los labios sin azogue
nos permiten entrever triste fuego de artificios
los reventados espejos al fondo de espasmos falsos
Ahora bien era domingo
Los falsos o verdaderos placeres dormían en los comercios
Y estaban cerrados todos los corazones

“Ya camine hacia el polo o hacia una suerte mágica
-dirán
el hombre baila
orientado por la aguja azul de su propio dolor

Puritanos no sabemos qué hacer con vuestros cánticos
Todo deseo es herético”

Oh piedras de hastío
arcadas suaves como un seno que se desnuda o se ofrece
serpentea la calle y mi paso se vuelve torpe
porque también yo asciendo al polo
arrastrando un equipaje de niebla
y de hojas secas y nubarrones
incubadoras de relámpagos
matrices delicadas
cesáreas arcadas de piernas poderosas abiertas y desgarradas por el parto de mi propio dolor
entre las azules llamas del gas
el aroma puro de las mujeres
el petrificado rostro de los edificios
y las espaldas de los hombres-sandwiches que me han hecho descifrar sus graffiti
hechos de botones de nácar



"Golconde" por René Magritte