viernes, 10 de junio de 2011

ALGUNOS POEMAS de Luis Buñuel


[Director de cine español, nacido en Calanda (Teruel) el 22 de febrero de 1900, hijo de un indiano enriquecido en Cuba. Estudió en los jesuitas de Zaragoza, trasladándose a los 17 años a Madrid, a la Residencia de Estudiantes, institución krausista donde conoció al poeta Federico García Lorca, al pintor Salvador Dalí, y a Rafael Alberti, entre otros futuros destacados intelectuales de su generación. Interesado por la poesía de vanguardia (creacionismo y ultraísmo), interés que nunca abandonaría y sería una constante en su modo de entender el cine, publicó poemas y preparó textos en prosa antes de convertirse en cineasta tras ver Las tres luces, (1921) de Fritz Lang. En 1925 se trasladó a París, y durante esa misma época colaboró como crítico en publicaciones de Madrid y París, dando a conocer sus concepciones cinematográficas, que más adelante eludiría comentar. Adscrito al surrealismo, llamó a Dalí para escribir un guión que realizaría en abril de 1929, Un perro andaluz, con dinero de su madre. Tuvo un gran éxito entre la intelectualidad parisina, siendo elogiado por Eisenstein, y dando pie a que un aristócrata le pagara La edad de oro (1930), considerada otra obra maestra del cine de vanguardia, que con su anticlericalismo provocaría un gran escándalo. Reclamado por la Metro Goldwyn-Mayer, no se adaptó al sistema de Hollywood y regresó a Europa. Por entonces realizó el desgarrado documental Las Hurdes, tierra sin pan (1932), prohibido por el gobierno. Realizó trabajos de supervisión de doblaje para la Paramount y la Warner, participando, como productor ejecutivo, en el proyecto de hacer un cine nacional comercial de calidad que representó la productora Filmófono, y que terminó con el estallido de la Guerra Civil. Hasta 1947 Buñuel trabajó en Estados Unidos en aspectos periféricos de la industria, estableciéndose desde esta fecha en México, donde alternará sus llamadas películas alimenticias con las realmente personales. Entre estas últimas destacan Los olvidados (1950), El (1952) y Abismos de pasión (1953), Ensayo de un crimen (1955) y Nazarín (1958), que le supuso junto con Los olvidados el reconocimiento internacional que le permitiría continuar su producción personal.

En 1961 rueda en España Viridiana, que a pesar de ser secuestrada por el gobierno de Franco, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. A continuación dirige El ángel exterminador (1962), Diario de una camarera (1964), Simón del desierto (1965, León de plata en Venecia), Belle de jour (1966), La vía láctea (1969) y El discreto encanto de la burguesía (1972, Oscar a la mejor película extranjera). Tras rodar esta última película, Buñuel decidió retirarse, pese a lo cual le convencen para realizar El fantasma de la libertad (1974), y Ese oscuro objeto del deseo (1977). Pese al éxito de su producción en Francia (que abarca casi toda su obra desde 1963), las raíces de su humor absurdo y brutal, del minucioso, casi morboso, análisis de la moral y la represión burguesas, de su obsesión por la religión, el erotismo, la muerte y las miserias humanas, hay que buscarlas en el mejor realismo español: Quevedo, la novela picaresca, Goya, Valle-Inclán, entre otros, que en él se combinará con una siempre mantenida óptica surrealista. Ambas influencias, mediadas por sus sorprendentes dotes de observador de los seres humanos, desde una perspectiva casi entomológica, a veces despiadada, pero siempre inteligente, dan a su cine el aire personal que impregna incluso sus realizaciones menores, personalidad a la que contribuyeron sin duda de forma decisiva sus experiencias de infancia y juventud en España y de madurez en México. En 1982 se publicaron sus memorias Mi último suspiro. Luis Buñuel murió el 30 de julio de 1983 en México, país al que amó profundamente.

(Extraído de El poder de la palabra)]



No me parece ni bien ni mal

Yo creo que a veces nos contemplan
por delante por detrás por los costados
unos ojos rencorosos de gallina
más terribles que el agua podrida de las grutas
incestuosos como los ojos de la madre
que murió en el patíbulo
pegajosos como un coito
como la gelatina que tragan los buitres
Yo creo que he de morir
con las manos hundidas en el lodo de los caminos
Yo creo que si me naciese un hijo
se quedaría mirando eternamente
las bestias que copulan en los atardeceres.



Polisoir milagroso


En invierno caen al mar los gritos de los semáforos
acribillados de viento y de crucifixión
Un barco puede naufragar en una gota de mi sangre
de mi sangre cuando cae sobre el pecho
de una marquesa Luís XV de espuma

Ese paisaje se hiela menos sobre el espejo
que sobre las uñas de los muertos
que han de resucitar
con los dedos convertidos en flores
en flores de agonía extinta y de salvación

Partida como el valle de Josafat
les espera la raya de mi cabeza
Mientras Cristo condena
la Virgen María en peinador blanco
dará un pedazo de pan a todos los condenados
y pondrá un pájaro de caricias
en la frente de los que se salven.



Me gustaría para mí

Lágrimas o sauces sobre la tierra
de dientes de oro
de dientes de polen
como la boca de una muchacha
de cuyos cabellos brotaba el río
en cada gota un pececillo
en cada pececillo un diente de oro
en cada diente de oro una sonrisa de quince años,
para que se reproduzcan las libélulas
¿En qué puede pensar una doncella cuando el viento le descubre los muslos?



El arco iris y la cataplasma


¿Cuántos maristas caben en una pasarela?
¿Cuatro o cinco?
¿Cuántas corcheas tiene un tenorio?
1.230.424
Esas preguntas son fáciles.

¿Una tecla es un piojo?
¿Me constiparé en los muslos de mi amante?
¿Excomulgará el Papa a las embarazadas?
¿Sabe cantar un policía?
¿Los hipopótamos son felices?
¿Los pederastas son marineros?
Y estas preguntas, ¿son también fáciles?

Dentro de unos instantes vendrá por la calle
dos salivas de la mano
conduciendo un colegio de niños sordomudos.

¿Sería descortés si yo les vomitara un piano
desde mi balcón?



Una jirafa. Undécima mancha

En la undécima. Una membrana de vejiga de puerco reemplaza la mancha. Nada más. Tomar la jirafa y transportarla a España para colocarla en el lugar llamado “Masada del Vicario”, a siete kilómetros de Calanda, al sur de Aragón, la cabeza orientada hacia el norte. Romper de un puñetazo la membrana y mirar por el agujero. Ser verá una casita muy pobre, blanqueada con cal, en medio de un paisaje desértico. Delante una higuera, a algunos metros de la puerta. Al fondo montes pelados y olivos. Tal vez en ese momento, un viejo labrador salga de casa con los pies desnudos.

(Extraídos del blog La vida no imita al arte)



"La Edad de Oro" (versión íntegra)