martes, 24 de enero de 2012

PEZ SOLUBLE (Fragmento) por André Breton


[Poeta francés nacido en Tinchebray, Orne, en 1896. Estudió medicina y trabajó en hospitales psiquiátricos durante la Iª Guerra mundial, aplicando sus profundos conocimientos de la teoría freudiana. Desde muy joven trabó amistad con importantes figuras intelectuales de Francia convirtiéndose en el gran impulsor del surrealismo y el dadaísmo. En 1921 publicó su primera obra surrealista, "Los campos magnéticos", en la que exploró las posibilidades de la hipnosis. Colaboró con Paul Éluard, Louis Aragon y Philippe Soupault en la fundación de la revista Littérature. En 1922 rompió con el Dadaísmo, se dedicó al automatismo psíquico, publicó en 1924 y 1929 el 1° y 2° manifiestos surrealistas y militó en el partido comunista francés hasta 1935. A raíz de la IIª Guerra mundial, se radicó en EE.UU. donde fundó en compañía de Marcel Duchamp, Marx Ernst, y David Hare, la revista "VVV". En 1941 publicó el Tercer manifiesto surrealista. Regresó a Paris en 1946, dedicándose hasta su muerte, en 1966, a mantener vivo el movimiento surrealista.

(Extraído de A media voz)]


Poema-objeto de André Breton



Los personajes de la comedia se reúnen bajo el pórtico: la ingenua de rizos de madreselva, la dueña, el caballero de cera y el niño traidor. Por encima de los arroyos que son estampas galantes, las faldas se levantan a menos que unos brazos semejantes a los de Aquiles no se ofrezcan a las bellas para ayudarles a cruzar las callejas. La partida de las corbetas que transportan el oro y las telas estampadas es anunciada muchas, muchas veces en el pequeño puerto. Un grosellero florido, que es un arrendatario general extiende lentamente los brazos sobre su cama. Cerca de él su espada es una libélula azul. Cuando camina, prisionero de las gracias, los caballos alados que piafan en su cuadra parecen dispuestos a lanzarse en las más locas direcciones.


Durante ese tiempo los payasos se aproximan a su sombra rosa, elevan al sol su mono favorito con manguitos de mariposa. A lo lejos se percibe un incendio en el que zozobran grandes rejas: es que los bosques que se extienden hasta perderse de vista están ardiendo y las risas de las mujeres aparecen como matas de muérrdago sobre los árboles del canal. Las estalactitas de la noche, de todos los colores, reavivan aún más el resplandor de las llamas hacia Citeres, y el rocío, que abrocha lentamente su collar en el cuello de las plantas, es un prisma maravilloso para el fin del siglo de los siglos. Los ladrones son músicos inmóviles en el muro de la iglesia, después de que a los instrumentos de su profesión se unieran violas, las guitarras y las flautas. Un lebrel dorado se hace el muerto en cada una de las salas del castillo. Nada tiene la suerte de separar al tiempo de su vuelo puesto que las mismas nubes de la víspera se someten al mar que brota.

En la murallas de la ciudad, una compañía de soldados de caballería ligera que acarician los grises de la tarde, con corseletes y cotas de malla, va a emboscarse en el fondo del agua.

lunes, 23 de enero de 2012

LLUVIAS por Saint-John Perse


[Seudónimo de Alexis Saint-Léger Léger, poeta francés nacido en Guadalupe en 1887. A la edad de once años continuó estudios en Francia donde su familia se había trasladado desde 1899. Estudió Ciencias Políticas en Bordeaux, y posteriormente terminó un postgrado en Ciencias Políticas ingresando al servicio diplomático en 1914. Trabajó primero en la Embajada de Pekín, y más tarde en el Ministerio de Asuntos Exteriores donde ejerció como director administrativo. A raíz del régimen de Vichy, se exilió en Estados Unidos desde 1940. Su primer libro de poesía, "Elogios" fue publicado en 1911, seguido de "Anábasis" en 1924, "Exilio" en 1942, "Amargos" en 1957 y "Pájaros" en 1962. Retornó a Francia en 1957 y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1960. Falleció en Giens el 20 de septiembre de 1975.

(Extraído de A media voz)]


A Katherine y Francis Biddle


I
El baniano de la lluvia echa sus raíces sobre la Ciudad.
Un polipero apresurado sube a sus bodas de coral en toda esa leche de agua viva,
Y la idea desnuda como un reciario peina en los jardines del pueblo su crin de niña.
Canta, poema, en la vocinglería de las aguas la inminencia del tema:
Canta, poema, en el tropel de las aguas la evasión del tema:
Una alta licencia en el flanco de las Vírgenes proféticas,
Una eclosión de óvulos de oro en la leonada noche de los légamos
Y mi lecho hecho, ¡oh fraude!, a la linde de semejante sueño,
Allí donde se aviva y crece y comienza a girar la rosa obscena del poema.
Señor terrible de mi risa, he aquí la tierra humeante con el husmo de la venación,
La arcilla viuda bajo el agua virgen, la tierra lavada del paso de los hombres insomnes,
Y, olida de más cerca como un vino, ¿no es verdad que provoca la pérdida de la memoria?
Señor, ¡Señor terrible de mi risa!, he aquí el reverso del sueño sobre la tierra,
Como la respuesta de las altas dunas al escalonamiento de los mares, he aquí, he aquí
La tierra a cabo de uso, la hora nueva en sus mantillas y mi corazón visitado por una extraña vocal.

II
Nodrizas sospechosísimas. Cortejantes de ojos velados de madurez, ¡oh Lluvias! por quienes
El hombre insólito mantiene su casta, ¿qué diremos esta noche a quien haga altanera nuestra vela?
¿Sobre qué lecho nuevo, a qué reacia cabeza raptaremos aún la chispa valedera?
Mudo el Ande sobre mi techo, tengo una aclamación fortísima en mí, y es para vosotras, ¡oh Lluvias!
Llevaré mi causa ante vosotras: ¡en la punta de vuestras lanzas lo más claro de mi bien!
¡La espuma en los labios del poema como una leche de corales!
Y aquella que danza como un encantador de serpientes a la entrada de mis frases,
La Idea, más desnuda que una cuchilla en el juego de las facciones,
Me enseñará el rito y la medida contra la impaciencia del poema.
Señor terrible de mi risa, líbrame de la confesión, de la acogida y del canto.
Señor terrible de mi risa, ¡cuánta ofensa en los labios del chubasco!
¡Cuántos fraudes consumados bajo nuestras más altas migraciones!
En la noche clara de mediodía, anticipamos más de una proposición.
Nueva sobre la esencia del ser. . . ¡oh humos presentes sobre la piedra del lar!
Y la lluvia tibia sobre nuestros techos hizo igualmente bien en apagar las lámparas en nuestras manos.

III
Hermanas de los guerreros de Assur fueron las altas lluvias en marcha sobre la tierra;
Con cascos emplumados y bien arremangadas, con espuelas, con espuelas de plata y de cristal,
Como Dido hollando el marfil en las puertas de Cartago,
Como la esposa de Cortés, ebria de arcilla y pintada, entre sus altas plantas apócrifas. . .
Avivaban de noche el azur en las culatas de nuestras armas.
¡Poblarán el Abril en el fondo de los espejos de nuestras estancias!
Y no me cuido de olvidar su pataleo en el umbral de las cámaras de ablución:
Guerreras, ¡oh guerreras por la lanza y la flecha hasta nosotros aguzadas!
Danzarinas, ¡oh danzarinas por la danza y la atracción al suelo multiplicadas!
Son armas a brazadas, son mozas por carretadas, una distribución de águilas a las legiones,
Un levantamiento de picas en los suburbios por los más jóvenes pueblos de la tierra —haces rotos de vírgenes disolutas,
¡Oh grandes gavillas desatadas! ¡la amplia y viva cosecha en los brazos viriles invertida!
... Y la Ciudad es de vidrio sobre su zócalo de ébano, la ciencia en las bocas de las fuentes,
Y el extranjero lee sobre nuestros muros los grandes carteles anonarios,
Y el frescor está en nuestros muros, en donde la Indiana esta noche se hospedará en casa del nativo.

IV
Relaciones hechas al Edil; confesiones hechas a nuestras puertas. . . ¡Mátame, dicha!
¡Una lengua nueva de todas partes ofrecida! un frescor de aliento por el mundo
Como el soplo mismo del espíritu, como la cosa misma proferida, a flor del ser, su esencia a la fuente misma, su nacencia:
¡Ah! ¡toda la afusión del dios salubre sobre nuestros rostros, y tal brisa en flor
Al hilo de la hierba azuleante, que se anticipa al paso de las más remotas disidencias!
Nodrizas sospechosísimas, oh Sembradoras de esporos, de semillas y de especies ligeras,
¿De qué decaídas alturas reveláis para nosotros las
vías, Como al término de las tempestades los más bellos seres
lapidados sobre la cruz de sus alas?
¿Qué obsedéis de tan lejos, que aun es preciso que uno piense en perder el vivir?
¿Y de qué otra condición nos habláis tan quedo que uno pierde la memoria?
Para traficar con cosas santas entre nosotros, ¿desertáis vuestros lechos, oh Simoníacas?
En el fresco comercio de la neblina, allá donde el cielo madura su gusto de yaro y de nevero,
Frecuentabais el relámpago salaz, y en la albura de las grandes albas laceradas,
En la pura vitela rayada con un cebo divino, nos diríais, ¡oh Lluvias! qué lengua nueva solicitaba para vosotras la grande uncial de fuego verde.


Campo de trigo bajo la lluvia por Van Gogh


V
Que vuestra venida estuviese llena de grandeza, lo sabíamos nosotros, hombres de las ciudades, sobre nuestras flacas escorias,
Pero habíamos soñado más altas confidencias al primer soplo del chubasco,
Y nos restituís, ¡oh Lluvias!, a nuestra instancia humana, con este sabor de arcilla bajo nuestras máscaras.
¿En más altos parajes buscaremos memoria? ... ¿o si nos es preciso cantar el olvido en las biblias de oro de las bajas hojarascas? ...
Nuestras fiebres teñidas con los tulipaneros del sueño, la catarata sobre el ojo de los estanques y la piedra rodada hacia la boca de los pozos, ¿no hay ahí bellos temas por reanudar,
Como rosas antiguas en las manos del inválido de guerra? ... La colmena todavía está en el vergel, la infancia en las horquetas del árbol viejo, y la escala prohibida en las bellas viudeces del relámpago...
Dulzura de ágave, de áloe.... ¡insípida estación del hombre sin engaño! Es la tierra cansada de las quemaduras del espíritu.
Las lluvias verdes se peinan ante los espejos de los banqueros. En los paños tibios de las plañidoras se borrará la faz de los dioses-niñas.
E ideas nuevas se abonan a los constructores de imperios sobre su mesa. Todo un pueblo mudo se yergue en mis frases, en las grandes márgenes del poema.
Levantad, levantad, faltos de jefes, los catafalcos del Habsburgo, las altas piras del hombre de guerra, las altas colmenas de la impostura...
Aechad, aechad, faltos de jefes, los grandes osarios de la otra guerra, los grandes osarios del hombre blanco sobre quien se fundó la infancia.
Y que oreen sobre su silla, sobre su silla de hierro, al hombre presa de las visiones que irritan a los pueblos.
No concluiremos de ver arrastrarse sobre la extensión de los mares la humareda de las hazañas con que se tizna la historia,
En tanto que en las Cartujas y las Leproserías, un perfume de termitas y de blancas frambuesas haga erguirse sobre sus cañizos a los Príncipes valetudinarios:
“Yo tenía, yo tenía ese gusto de vivir entre los hombres, y he aquí que la tierra exhala su alma de extranjera. . .”

VI
Un hombre aquejado de semejante soledad, ¡que vaya y guinde en los santuarios la máscara y el bastón de mando!
Yo llevaba la esponja y la hiel a las heridas de un viejo árbol cargado con las cadenas de la tierra.
“Yo tenía, yo tenía ese gusto de vivir lejos de los hombres, y he aquí que las Lluvias. . .”
¡Tránsfugas sin mensaje, oh Mimos sin visaje, conducíais a los confines tantas bellas simientes!
¿Hacia qué bellas hogueras de hierbas entre los hombres apartáis una noche vuestros pasos, por qué historias desenlazadas
Al fuego de las rosas en las alcobas, en las alcobas donde vive la oscura flor del sexo?
¿Codiciáis nuestras esposas y nuestras hijas tras la verja de sus sueños?
(Hay mimos de mayorazgas
en lo más secreto de las estancias, hay puros servicios y tales que uno pensaría en el palpo de los insectos…)
¿No tenéis nada mejor que hacer entre nuestros hijos, que espiar el amargo perfume viril en los correajes de la guerra? (como un pueblo de Esfinges, grávidas de la cifra y del enigma, disputan acerca del poder a las puertas de los elegidos…)
¡Oh Lluvias, por quienes los trigos salvajes invaden la Ciudad, y las calzadas de piedra se erizan de irascibles cactus,
Bajo mil pasos nuevos hay mil piedras nuevas recientemente visitadas. En los azafates refrescados por una invisible pluma ¡haced vuestras cuentas, diamantistas!
Y el hombre duro entre los hombres, en medio del gentío, se sorprende soñando en el elimo de las arenas. ...“Yo tenía, yo tenía ese gusto de vivir sin dulzura, y he aquí que las Lluvias...” (La vida sube a las tempestades sobre el ala de la repulsa.)
Pasad, Mestizas, y dejadnos en nuestro acecho... Tal se abreva en lo divino cuya máscara es de arcilla.
Toda piedra lavada de los signos de vialidad, toda hoja lavada de los signos de latría es la tierra ablucionada de las tintas del copista. . .
Pasad, y dejadnos con nuestros más viejos hábitos. ¡Que mi palabra todavía vaya delante de mí! y cantaremos todavía un canto de los hombres para quien pasa, un canto de alta mar para quien vela:

VII
“Innumerables son nuestras vías y nuestras mansiones inciertas. Tal se abreva en lo divino cuyo labio es de arcilla. Vosotras, lavadoras de los muertos en las aguas-madres de la mañana —y está la tierra todavía en las zarzas de la guerra— lavad también la faz de los vivos; lavad, ¡oh Lluvias, la faz triste de los violentos . . . pues sus vías son estrechas y sus mansiones inciertas.
“Lavad, ¡oh Lluvias!, un lugar de piedra para los fuertes. A las grandes mesas se sentarán, al socaire de su fuerza, aquellos que no embriagó el vino de los hombres, aquellos que no mancilló el gusto de las lágrimas ni el sueño, aquellos que no se curan de su nombre en las trompetas de hueso... a las grandes mesas se sentarán, al socaire de su fuerza, en lugar de piedra para los fuertes.
“Lavad la duda y la prudencia al paso de la acción, lavad la duda y la decencia en el campo de la visión. Lavad, ¡oh Lluvias!, la catarata del ojo del hombre de bien, del ojo del hombre de ideas sanas, lavad la catarata del ojo del hombre de buen gusto, del ojo del hombre de buen tono; la catarata del hombre de mérito, la catarata del hombre de talento; lavad la escama del ojo del Maestro y del Mecenas, del ojo del Justo y del Notable ... del ojo de los hombres calificados por la prudencia y la decencia.
“Lavad, lavad la benevolencia del corazón de los grandes Intercesores, el decoro de la frente de los grandes Educadores, y la mancilla del lenguaje de los labios públicos. Lavad, ¡oh Lluvias!, la mano del Juez y del Preboste; la mano de la partera y de la amortajadora, las manos lamidas de inválidos y ciegos, y la mano baja, en la frente de los hombres, que sueña todavía con riendas y con foete. . . con el asentimiento de los grandes Intercesores, de los grandes Educadores.
“Lavad, lavad la historia de los pueblos en las altas tablas conmemorativas: los grandes anales oficiales, las grandes crónicas del Clero y los boletines académicos. Lavad las bulas y las cartas, y los Cuadernos del Tercer Estado; los Convenants, los Pactos de alianza y las grandes actas federales; lavad, lavad, ¡oh Lluvias!, todas las vitelas y todos los pergaminos, color de muros de asilos y leproserías, color de marfil fósil y de viejos dientes de mulas. . . Lavad, lavad, ¡oh Lluvias!, las altas tablas conmemorativas.
“¡Oh Lluvias! lavad del corazón del hombre los más bellos dichos del hombre: las más bellas sentencias, las más bellas secuencias, las frases mejor hechas, las páginas mejor nacidas. Lavad, lavad del corazón de los hombres su gusto de cantilenas, de elegías; su gusto de villanescas y rondós; sus grandes aciertos de expre-sión; lavad la sal del aticismo y la miel del eufuismo; lavad, lavad las sábanas del sueño y las sábanas del saber: del corazón del hombre sin repulsa, del corazón del hombre sin asco, lavad, lavad, ¡oh Lluvias!, los más bellos dones del hombre ... del corazón de los hombres mejor dotados para las grandes obras de razón.”

VIII
...El baniano de la lluvia pierde sus raíces en la Ciudad. ¡Al viento del cielo la cosa errante y tal
Como vino a vivir entre nosotros! ... Y no negaréis, de repente, que todo nos viene a nada.
Quien quiera saber lo que acontece a las lluvias en marcha sobre la tierra, véngase a vivir sobre mi techo, entre los signos y presagios.
¡Promesas incumplidas! ¡Inasibles simientes! ¡Y humaredas que veis sobre la calzada de los hombres!
¡Venga el relámpago, ¡ah! que nos abandona! ... Y conduciremos de nuevo a las puertas de la Ciudad
Las altas Lluvias en marcha bajo el Abril, las altas Lluvias en marcha bajo el foete como una Orden de Flagelantes.
Pero henos aquí librados más desnudos a ese perfu-me de humus y de benjuí en que la tierra se despierta con sabor de virgen negra.
... Es la tierra más fresca en el corazón de los helechales, la afloración de los grandes fósiles en los carbones chorreantes,
Y en la carne lacerada de las rosas tras el huracán, la tierra, la tierra con gusto todavía de mujer hecha mujer.
... Es la Ciudad más viva a las luces de mil cuchi-llos, el vuelo de las consagraciones sobre los mármoles, el cielo todavía en los pilones de las fuentes.
Y la cerda de oro en ápice de estela sobre las plazas desiertas. Es todavía el esplendor en los pórticos de cinabrio; la bestia negra herrada de plata a la puerta más excusada de los jardines;
Es todavía el deseo en el flanco de las jóvenes viudas, de las jóvenes viudas de guerreros, como grandes urnas reselladas.
...Es el frescor corriente en las crestas del lenguaje, la espuma todavía en los labios del poema,
Y el hombre todavía de todas partes urgido por ideas nuevas, cede al levantamiento de las grandes olas del espíritu:
“¡El bello canto, el bello canto que he aquí sobre la disipación de las aguas!. . .” y mi poema, oh Lluvias, ¡que no será escrito!

IX
Llegada la noche, cerradas las verjas, ¿qué pesa el agua del cielo en el bajo-imperio de la hojarasca?
¡En la punta de las lanzas lo más claro de mi bien!... Y cosa igual al azote del espíritu,
Señor terrible de mi risa, llevarás esta noche el escándalo a más noble casa.
...Pues tales son vuestras delicias, Señor, en el árido umbral del poema, en donde mi risa espanta a los verdes pavorreales de la gloria.

viernes, 20 de enero de 2012

UN POCO DE HISTORIA NATURAL por Louis Scutenaire


[Nació el 29 de junio de 1905 en Bélgica. Adhirió al surrealismo en 1926. Sin separarse ostensiblemente del movimiento surrealista ha continuado suactividad con independencia del movimiento de París al igual que la mayoría de los surrealistas belgas, que publican sus propias revistas ("Les deux soeurs", "Phantomas", "Ternps mélés", "Les lévres nues").

(Extraído de la Antologia de la poesía surrealista de Aldo Pellegrini).]




No se quería creer de ninguna manera en América antes del día en que -no sé por cuales operaciones mágicas- el misterioso Colón impulsó su existencia al mundo.

Ahora no se quiere creer en los animales o en las costumbres de los animales, las que, sin embargo, son y permanecen reales, a pesar de la voluntad de los sabios académicos, reales como la luna, los lagos y las flores. Pero pensamos que no está lejano el día en que las palabras que sean necesario decir ceñirán el rasgo que hará ver a estos animales y a estos gestos.

Con tal esperanza, ¿si hablásemos de este mundo olvidado pero que siempre nos sonríe o nos amenaza?

*

El basilisco, rey de las serpientes, en signo de soberanía lleva una corona alrededor de la cresta blanca que se yergue en su cabeza. El veneno que exhala envenena los árboles, hace caer los pájaros desde el alto cielo y, cuando un cazador quiere procurarse un ejemplar de esta especie atroz, se ve obligado a fabricar campanas de bronce para protegerse contra las exhalaciones de la bestia.

*

El unicornio se presenta con el cuerpo de un caballo blanco, una cabeza de color púrpura y con ojos de azur, o con una cabeza de ciervo y una cola de jabalí, o, todavía mejor, con una cabeza de buey o de chivato. Lleva siempre en medio de la frente, ese cuerno maravilloso, blanco en la base, negro al centro, rojo en el extremo. Más precioso que el ónix y el oro, este cuerno sirve de piedra aislante contra los venenos, ya que el unicornio es enemigo del veneno y de la impureza. Cuando se encuentra en un cantón, todos los otros animales van a beber de preferencia en la fontana en la que él bebe. Dulce y feroz a la vez, al unicornio le gusta reposar a la sombra de los árboles, donde las palomas torcazas hacen su nido, para escuchar el ronroneo de las tórtolas. Pero no teme combatir con los animales más terribles y, antes de emprender el combate, afila su cuerno en una piedra. Su fuerza es tan grande que los más intrépidos y sagaces cazadores no pueden conseguir cazarlo y, para ampararse de él, necesitan emplear un engaño. Hacen venir a una virgen a los lugares donde acostumbra habitar. Tan pronto como el unicornio la percibe, va a recostarse en sus rodillas, sin hacerle ningún daño, y se duerme, apaciblemente en su regazo. Los cazadores, entonces, se aproximan y sin ningún esfuerzo lo matan.

*

El león es valeroso y clemente. Cuando está furioso con el hombre, basta que éste se eche al suelo y finja pedirle perdón para que lo perdone. Todos los animales reconocen su soberanía y sus derechos. Cuando quiere mantenerlos alejados, traza una línea en la tierra como para indicar: no pasen, y nadie pasa. Es un buen padre y resucita a sus cachorros con sólo echarles el aliento. Símbolo de la vigilancia, duerme con los ojos abiertos y para escapar del cazador que lo persigue borra con su cola la huella de sus pisadas. Desgraciadamente, le tiene miedo a las mujeres.

*

La pantera es una serpiente con manchas, ejerce un encanto irresistible sobre los animales, y no tiene sino un enemigo: el dragón. Siempre, después de comer hasta hartarse lo que ha cazado, duerme durante tres días, y cuando despierta se pone a rugir, escapándose de su hocico un olor de tal manera suave que sobrepasa en dulzura a todos los otros perfumes. Advertidos por sus rugidos, todos los animales de la selva, salen de sus guaridas y se apretujan en torno a ella, para embriagarse con su aliento. Mientras los animales le forman un cortejo, el dragón se siente sofocado y se hunde en las profundidades de la tierra.

*

El elefante es el más casto de los cuadrúpedos. Emigra en la primavera con su hembra para entregarse en la soledad, a las dulzuras del amor. Durante algunos días no come más que mandrágoras, y varios meses después de este viaje, cuando la hembra está a punto de parir, ella va a sumergirse en un estanque o en el río, temerosa de que el dragón no venga para devorar su progenitura. Durante este tiempo, el elefante vigila desde la ribera y, cuando el enemigo se presenta, se entrega con él a un combate desesperado.

*

El zorro inventa una cantidad de procedimientos ingeniosos para atrapar su presa, cuando tiene hambre y no halla qué comer. Se revuelca en la tierra rojiza, para hacer creer que ha recibido graves heridas, que está cubierto de sangre, después se arrastra por el suelo, saca la lengua, retiene su aliento y, con su pata, aturde a los pájaros que, creyéndolo muerto, se abaten sobre él para vengarse a picotazos.

*



El onagro se distingue por sus conocimientos astronómicos. Cada año, el 23 de marzo, rebuzna doce veces por la noche y doce veces por el día, para anunciar que el día y la noche tienen igual duración.

*

El ciervo renueva su juventud comiendo serpientes. Sabe descubrir, con su admirable instinto, las hendiduras de los árboles y de las rocas donde se esconden, y las succiona con su respiración, tan fuertemente que las serpientes se entran por su dientes y las devora. Su muerte es infalible si permanece tres horas sin beber después de haberlas comido. Pero si encuentra una fuente, en un momento rejuvenece varios años.

*

el cocodrilo vive en un río llamado Níger. Esta bestia tiene cuatro patas, garras espantables, y los animales más terribles no son a su lado sino abejorros. Cuando se encuentra con un hombre, lo ataca y se lo come sin dejar un pedazo, pero una vez comido, el cocodrilo pasa el resto de su vida llorándole, y hasta llora cuando se lo está comiendo.

*

El dragón es el rey de los monstruos. Participa de la naturaleza de todos los seres y habita indistintamente la tierra, el agua o el fuego. Vuela, camina, nada. Quemado por el fuego que nada puede extinguir, presenta a todos los seres combates furiosos para refrescarse bebiendo su sangre. Tiene alas armadas de garras y aletas natatorias erizadas de colmillos agudos. Tiene una cabeza de hombre con cuerpo y cola de león, y, en el extremo de esta cola, , una cabeza de serpiente. Su hocico vomita llamas, su aliento envenena los aires, agosta las hojas y las flores, mata a los pájaros, y provoca el vértigo en los hombres. No teme sino a una cosa en el mundo, el rayo, porque a menudo es alcanzado por él. Así pues, cuando los encantadores tienen necesidad de sus servicios, imitan con un tambor las descargas del trueno. Engañado por el ruido, el dragón se somete sin resistencia y, una vez domesticado por el miedo, sirve con la facilidad más grande todos los caprichos de su amo. Puede, a su voluntad, cambiar de forma y atravesar con la rapidez del pensamiento las más grandes distancias. Seduce a las mujeres, rapta a las muchachas. Es un centinela vigilante y terrible. Defiende la entrada de las cavernas donde los hechiceros encierran sus tesoros, y las entradas de las fortalezas donde los gigantes encierran a las jovencitas.

*

La salamandra vive en medio de las llamas y, cuando los emperadores emprenden una guerra, se hacen fabricar con su piel trajes incombustibles con el fin de poder, sin peligro, pasar a través del incendio de las ciudades tomadas al asalto.

*

No se sabe, en toda la antigüedad, sino de Tiresias, Helenus, Casandra, Apolonio y Melampo que hayan poseído la ciencia maravillosa de comprender y hablar la lengua de los animales. Apolunio la había adquirido comiendo el corazón de un dragón de la India, y las serpientes le dieron las primeras lecciones a Melampo. Sus esclavos, habiendo un día descubierto en una vieja encina un nido de reptiles, mataron a los padres y se llevaron a los pequeños, los que regalaron a su amo; éste los hizo criar con gran cuidado. Cuando tuvieron uso de razón, las serpientes se mostraron llenas de reconocimiento hacia el hombre que también las había tratado. Un día que él dormía profundamente, se aproximaron a sus orejas, las acariciaron dulcemente con sus lenguas, y le perfeccionaron de tal modo el sentido del oído -iniciándole al mismo tiempo en el secreto de la lengua universal- que, al despertarse, Melampo se sintió grandemente sorprendido al comprobar la lengua de todos los seres.

*

En la ciudad de Cesto se vio a un águila, criada y alimentada por una muchacha, arrojarse -cuando ésta murió- a las llamas de la hoguera encendida para consumirla, dejándose quemar con ella.

*

Se vio, igualmente, bajo el reino de Augusto, a un delfín morirse de pesar por haber perdido a un muchachito, al que le ligaba una sincera amistad. Este niño atravesaba todos los días el lago Lucrin, para ir de Bayas a Puzzolo, con el fin de aprender las lecciones de su pedagogo. Le había enseñado al delfín a responder al nombre de Simón. A cualquiera hora que lo llamara, desde la ribera del lago, el animal acudía in mediatamente, escondiendo como en un manto las agudas puntas de que estaba armado su lomo, y llevando dulcemente a su amigo a través de las aguas, le conducía cada mañana a su escuela y le volvía a traer por la tarde. Un día, el niño no compareció a la hora indicada. El delfín le esperó con inquietud; volvió al día siguiente y a los subsiguientes. Pero el pobre niño estaba muerto, y el fiel animal murió también.

lunes, 9 de enero de 2012

LO QUE LE FALTA A UNA GUITARRA PARA PUDRIRSE A GUSTO por Juan Larrea


[Poeta y ensayista español nacido en Bilbao en 1895. Inspirado por la poética de Gerardo Diego se inició desde muy joven en la etapa del creacionismo, vinculándose luego al movimiento vanguardista a través de su amistad con importantes poetas hispanoamericanos como Vicente Huidobro y César Vallejo. Fue bibliotecario de profesión, vivió en Paris por mucho tiempo y a raíz de la Guerra Civil española, se exilió en México, Estados Unidos y Argentina. Su obra poética está contenida en "Oscuro dominio" publicado en México en 1935, y en la recopilación de su obra completa bajo el nombre de "Versión celeste" en 1969. Falleció en Córdoba, Argentina en 1980.

(Extraído de
A media voz)]



El aire de saber cerrar los ojos
sin dañar a lo que se espera del aire
como tu voz
como mi voz

Los tigres de nuestras pieles están rayados de agua de vidrio
saltan sin deshacer las curvas de nuestras caderas
se apegan a los relámpagos de nuestra anatomía

Ahí están los lingotes inherentes a la ilusión
estimando largos los arroyos en que el oro del alba es más bien escaso

Ocho de la noche
hace frío de heridas cerradas precipitadamente
está oscuro el corazón no es admitido
a degustar las lámparas hervidas en el agua de nuestra vida

Son las ocho de la noche
los castaños se duermen sobre una sola pata
como los tulipanes en las banderas de las semi-corcheas
el cielo no sabe de otra música que la que se nota con lágrimas
se bordan golondrinas sobre nuestros párpados
la sombra ha ocupado el sitio de nuestros dedos
como sólo pide sincerarseconfía sus secretos a la seguridad de nuestras voces.

Pero la guitarra desgraciada sigue estando ahí
tiesa en su caja
calladita


La guitare et le compotier de Juan Gris