martes, 28 de mayo de 2013

TRILCE (poema XXVII) por César Vallejo


[Poeta peruano nacido en Santiago de Chuco en 1892. Considerado como una de las grandes figuras de la poesía hispana, fue el gran impulsador de la vanguardia latinoamericana. Durante mucha parte de su vida sufrió grandes penurias económicas que nunca menguaron la calidad de su escritura.  En 1920 fue acusado injustamente y encarcelado durante más de dos meses, época en la cual escribió parte de su obra "Trilce". Para escapar a las persecuciones de que fue víctima en el Perú, se marchó a Europa, recorriendo Francia, Rusia y España,  en un esfuerzo inaudito por superar la etapa de decepciones y amarguras que sufrió en su patria. Trabó amistad con grandes intelectuales de la época, como  Tristan Tzara, Louis Aragon, el pintor Juan Gris y Vicente Huidobro, entre otros. Publicó en 1918  «Los Heraldos Negros»  y  «Trilce»  en 1922.  «España, aparta de mí este cáliz» y  «Poemas Humanos», fueron publicados  en 1939, después de su muerte. Después de una vida de estrecheces económicas y tras una larga enfermedad, murió en Paris en 1938.

Extraído de A media voz]

César Vallejo, meditabundo.


Me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.

No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.

Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.

El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.

Óleo de Francis Bacon

lunes, 27 de mayo de 2013

AUSENCIA DE JOAQUÍN por Pablo Neruda

[Biografía de Neruda aquí]


Desde ahora, como una partida verificada lejos,
en funerales estaciones de humo o solitarios malecones,
desde ahora lo veo precipitándose en su muerte,
y detrás de él siento cerrarse los días del tiempo.

Desde ahora, bruscamente, siento que parte,
precipitándose en las aguas, en ciertas aguas, en cierto océano,
y luego, al golpe suyo, gotas se levantan, y un ruido,
un determinado, sordo ruido siento producirse,
un golpe de agua azotada por su peso,
y de alguna parte, de alguna parte siento que saltan y salpican estas aguas, 
sobre mí salpican estas aguas, y viven como ácidos.

Su costumbre de sueños y desmedidas noches,
su alma desobediente, su preparada palidez,
duermen con él por último, y él duerme,
porque al mar de los muertos su pasión desplómase, 
violentamente hundiéndose, fríamente asociándose.



Melancolía por Edvard Munch

lunes, 20 de mayo de 2013

FUEGO NEGRO (fragmento) por Pablo de Rokha

[Biografía de Pablo de Rokha aquí]



Adentro de un arco de llanto, que ningún ser humano ya jamás mirará, yo, borrado, acu­chillado, con la lengua quemada por el ancestro del mundo, y el grito inútil, como adentro del pellejo universal, te seguiré lla­mando: viejo, ruinoso, muerto, sin cabeza, sin corazón, sin pupilas, hundido en lo infinito del infinito, y en el hoyo tremendamente hon­do de lo irreparabilísimo, que rodea la gran soledad catastrófica con que me va a saludar tu actitud deshecha cuando me acueste, can­sado de estar cansado de cansancio, a todo lo largo y lo ancho de tus riberas irremediables, despedazado en la memoria de las siglas, con­tigo y los hijos y las hijas y los nietos y las nietas y los padres y las madres, te seguiré llamando; caídos los vestigios y desapareci­do, hundido y perdido definitivamente en las tinieblas de la materia que únicamente, álgi­damente, horridamente alumbra cuando engendra, como un eco, un individuo, en aquel instante inmemorable en que no he de ser ni una sombra de una sombra, te seguiré llamando, y te seguiré llamando por los siglos de los siglos de los siglos, desde la eternidad vacía, hacia la eternidad vacía, te seguiré llamando ... aprendí a escribir adorándote, can­tándote, idolatrándote, y hoy lanzo pedazos del mundo hecho pedazos, a tu memoria, tron­chado y desde abajo, por adentro de un montón de escombros, entre la sociedad que se derrumba, agonizando, y los pequeños cha­cales hambrientos, que aúllan en el gran crepúsculo, en el cual todo está roto y no tie­ne sentido, todo está roto, todo está roto, y por cuyo abismo se levantan las hachas y las horcas, entre las llamas amargas, desaforadas de las últimas catástrofes, con un gran cintu­rón de terremotos y de cataclismos; ahora la aurora no volverá a asomar más, y los mun­dos oscuros, entrechocándose, rodarán, conmigo adentro, a la soledad enfurecida. 

Degüello mi lenguaje a tus pies y me arrojo como un toro oscuro y desnudo contra la nada.


"Muerte en la alcoba" por E. Munch