sábado, 6 de febrero de 2016

DELICIA SURREALISTA: JUAN LARREA O LO QUE LE FALTA AL POEMA PARA PUDRIRSE A GUSTO

El Piojo Eléctrico se complace en invitaros el jueves 11 de febrero a las 20.30 horas en la librería la Delicia de Leer (c/ Juan Agapito y Revilla, 10) a una velada con la enigmática obra poética de Juan Larrea como protagonista. Larrea, un poeta visionario, inclasificable y desconcertante, fue pionero en romper con la lógica convencional en la escritura cuando la mayoría de los poetas patrios aún no habían oído pronunciar el nombre de André Breton. Su obra, no obstante, no es fácilmente asimilable al Movimiento Surrealista puesto que su inquietante imaginería no procede exactamente de las regiones inconscientes de la mente del poeta como la de Breton y sus huestes sino que es más bien una extraña flor de una tierra que muy pocos han osado pisar, una realidad paralela más relacionada con la visiones de los místicos y alquimistas que con teorías freudianas. No obstante, comparte con el surrealismo su deseo de ruptura con la racionalidad convencional y su genial originalidad, lo que convierte a este ermitaño de la poesía en una figura, por una parte, de obligada referencia por ser pionero del experimentalismo poético y, por otra, única en su inclasificable estilo. Además, a todas estas peculiaridades hay que añadir que escribió casi toda su obra (a la postre reunida en el volumen Versión Celeste) en francés ya que fue en Francia donde decidió exiliarse desde joven. Amigo de Gerardo Diego, César Vallejo y Picasso, Larrea es el alquimista de una nueva poesía que, nacida de la descomposición de las viejas formas tradicionales, transita libre, insólita y un tanto incomprendida por tierra de nadie.

Juan Larrea, en plena faena poética.


Un color le llamaba Juan

Bendigamos el confort de las hormigas regulares
Y la noche aún más triste que el papel secante
Después de la muerte de las palabras
Ahora que el silencio se hace dulcemente festín de pájaro
Entre los trigos capricho de una cárcel florida

Todos los arroyos interiores hemos acudido
A aliviar este molino de individuo
Único convidado que nos resta
De aquel que ha partido hacia el invierno sin pretexto
Sobre un dolor de pradera antigua
Las hormigas arrastran nuestras lágrimas de este a oeste

Se fue por transparencia como las vagas promesas
De una ribera más bien banal
Hacía calor de héroe y el tiempo estaba pálido

Con una nada de delicadeza y el insomnio de las lluvias
Que atrae a seda el reflejo de las catedrales
Agujereemos la esponja de nuestras súplicas
Para borrar el juramento de luna tejido de gusanos
Donde sus ojos sostienen la esperanza de las corrientes de aire

Porque él nos dejó su tristeza
Sentada al borde del cielo como un ángel obeso


Obra de otro Juan: su amigo Juan Gris.