domingo, 22 de octubre de 2017

AVISTAMIENTOS DE AVUTARDAS (III)


Lajos Polanyi, gran ornitólogo húngaro, llegó a diseñar un dispositivo infalible para poder avistar a la avutarda. Nuestro plumífero, gran señorona de los llanos, es coqueta como ella sola. Esta circunstancia fue aprovechada por el húngaro para instalar en mitad de la llanura un espejo de tocador con una cámara fotográfica oculta. De esta manera, gracias al narcisismo del ave esteparia, Polanyi saltó a la fama mundial al conseguir un puñado fotos de avutardas haciendo muecas, antes nunca vistas, frente al espejo.

Poco después, el sesudo biólogo alemán Karlheiz Kaufmann desacreditó el trabajo del húngaro calificándolo de fraude. Según este científico, las fotos que Polanyi mostró a la comunidad científica no eran más que pequeños mamíferos del llano disfrazados de avutarda para confundir y burlarse de los estudiosos. Kaufmann, tras examinar las fotos con modernas técnicas usadas en las universidades alemanas, llegó a la conclusión que las fotos estaban retocadas con un tipo de software muy popular. La afirmación del experto alemán ha hundido a media comunidad científica en el pesimismo pues dudan de la existencia real de las avutardas que quizá lleven décadas extinguidas.

La polémica sobre la existencia de las avutardas llevó a un tercer estudioso, Andrew McAllister, natural de Glasgow, a emprender un viaje al hábitat natural de la avutarda y no volver a tierras escocesas hasta no conseguir una prueba irrefutable de la existencia o no existencia del ave. Sin embargo, los meses pasaron y el estudioso no daba señales de vida. Fue entonces cuando la universidad de Glasgow, cansada de mandar dinero para un estudio que no producía resultados palpables, envió a un detective quien, horrorizado, terminó por descubrir que el ornitólogo escocés se estaba gastando el dinero de las dietas en alcohol y mujeres.

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